Con ellos aprendimos a recordar aquellos años locos,
dónde cada uno de nosotros teníamos tanta ilusión por ser mayores,
y nos quedó claro que ya nada volvería a ser como antes,
y nos dimos cuenta de lo caro que era el tiempo.
Hicieron que renaciera nuestro niño interior,
sí, nuestro querido Peter Pan,
y aprendimos porqué él no quería crecer,
porqué él siempre se dejaba cuidar por campanilla.
dónde cada uno de nosotros teníamos tanta ilusión por ser mayores,
y nos quedó claro que ya nada volvería a ser como antes,
y nos dimos cuenta de lo caro que era el tiempo.
Hicieron que renaciera nuestro niño interior,
sí, nuestro querido Peter Pan,
y aprendimos porqué él no quería crecer,
porqué él siempre se dejaba cuidar por campanilla.
Y aprendimos a gritar un vuelve a esa persona que no queríamos que se fuera,
con resignación, al ver que no volvía, pensamos: volverá.
Y cuando nos dimos cuenta de que no lo hizo, gritamos bien fuerte: ¡DESAPARECE!
con resignación, al ver que no volvía, pensamos: volverá.
Y cuando nos dimos cuenta de que no lo hizo, gritamos bien fuerte: ¡DESAPARECE!
Y con el paso del tiempo, decidimos volver a disfrutar,
y cuando lo conseguimos, pensamos: son sueños que nos gustarían que fueran de verdad.
y cuando lo conseguimos, pensamos: son sueños que nos gustarían que fueran de verdad.
Más tarde nos dimos cuenta de aquellas pequeñas cosas,
que parece que se fueron, pero se quedaron detrás de la puerta,
y que hacen que lloremos cuando nadie nos ve.
que parece que se fueron, pero se quedaron detrás de la puerta,
y que hacen que lloremos cuando nadie nos ve.
Aprendimos a dar las gracias, recordando cosas del pasado,
como que nuestro mayor problema eran las tareas del colegio,
y que los problemas de ahora, de tanto pensar en ellos,
nos hicieron un millón de cicatrices.
como que nuestro mayor problema eran las tareas del colegio,
y que los problemas de ahora, de tanto pensar en ellos,
nos hicieron un millón de cicatrices.
Aprendimos que aunque nos despertáramos con miedo cada mañana,
teníamos que pedirnos perdón a nosotros mismos,
porqué somos corazón y siempre hay perdón para él.
teníamos que pedirnos perdón a nosotros mismos,
porqué somos corazón y siempre hay perdón para él.
Aprendimos a decir te quiero, gritando que era un poquito insoportable,
porqué una voz interior nos decía que era la suerte de nuestra vida,
y teníamos miedo de que dejara de ser el ángel que cuidara nuestro camino.
Y es que así somos las personas, tenemos infinidad de miedos,
y si se trata de amor, el miedo escénico es aún más mayor.
porqué una voz interior nos decía que era la suerte de nuestra vida,
y teníamos miedo de que dejara de ser el ángel que cuidara nuestro camino.
Y es que así somos las personas, tenemos infinidad de miedos,
y si se trata de amor, el miedo escénico es aún más mayor.
Y al final, cada de uno de nosotros, esperamos que algún día llegue alguien,
y nos diga: ¡Quiero aprender de TI!,
para después nosotros poder decirle: te quiero así, tal como eres.
Por su valentía, por su silencio, por sus ojos tan magos,
por todo ese cariño que regala, sin pedir nada a cambio.
y nos diga: ¡Quiero aprender de TI!,
para después nosotros poder decirle: te quiero así, tal como eres.
Por su valentía, por su silencio, por sus ojos tan magos,
por todo ese cariño que regala, sin pedir nada a cambio.
Y aprendimos a esperar el momento oportuno,
para poder decirle a esa persona que lucharíamos por ella,
por todo su cariño, por todo lo que había hecho por nosotros,
por la magia que llevaba consigo.
para poder decirle a esa persona que lucharíamos por ella,
por todo su cariño, por todo lo que había hecho por nosotros,
por la magia que llevaba consigo.
Aprendimos a dejarnos el corazón y el alma,
en cada contigo que salía de nuestra boca,
porqué en cada contigo lo había todo,
y cuando digo todo incluyo hasta nuestros secretos más ocultos.
en cada contigo que salía de nuestra boca,
porqué en cada contigo lo había todo,
y cuando digo todo incluyo hasta nuestros secretos más ocultos.
A veces ese contigo dolía, y nos poníamos tristes,
sólo pensábamos en llorar, y suspirábamos con su presencia,
para que dejara de llover, para poder decir: hoy no llueve en mí.
sólo pensábamos en llorar, y suspirábamos con su presencia,
para que dejara de llover, para poder decir: hoy no llueve en mí.
Y llegaba ese día que todo nos salía mal, muy mal,
y sentíamos que íbamos corriendo a contracorriente.
Pero al día siguiente todo cambiaba, salíamos a la calle tan frescos,
nos habíamos tirado tres horas en el espejo, para ponernos guapos para ligar,
y salíamos en busca de besos, de muchos besos, de todos los colores,
de esos que están presentes en cada momento de nuestra vida.
Eso era lo único que queríamos y que necesitábamos en ese momento.
y sentíamos que íbamos corriendo a contracorriente.
Pero al día siguiente todo cambiaba, salíamos a la calle tan frescos,
nos habíamos tirado tres horas en el espejo, para ponernos guapos para ligar,
y salíamos en busca de besos, de muchos besos, de todos los colores,
de esos que están presentes en cada momento de nuestra vida.
Eso era lo único que queríamos y que necesitábamos en ese momento.
Y llegó un momento que nos cansamos de salir de noche,
de ver siempre a la misma gente, y de llevar zapatos de chaqué,
Y nos reivindicamos y le dijimos al portero de nuestra discoteca favorita:
¡Quiero entrar en tu garito con ZAPATILLAS!
de ver siempre a la misma gente, y de llevar zapatos de chaqué,
Y nos reivindicamos y le dijimos al portero de nuestra discoteca favorita:
¡Quiero entrar en tu garito con ZAPATILLAS!
Con pequeñita, nos enseñaron a no fiarnos de una cara bonita,
porqué sabían que no era de fiar y que su cara nos engañaría.
Pero, a veces éramos un poco masocas, y nos dejábamos engañar,
y al final, acabábamos tarareando en voz bajita: he vuelto a caer.
porqué sabían que no era de fiar y que su cara nos engañaría.
Pero, a veces éramos un poco masocas, y nos dejábamos engañar,
y al final, acabábamos tarareando en voz bajita: he vuelto a caer.
Sentíamos miedo a confiar, y no queríamos jugar,
nos negábamos una y otra vez,
y nuestra frase favorita era: Y si el miedo...
nos negábamos una y otra vez,
y nuestra frase favorita era: Y si el miedo...
Y al final tras tanta desconfianza, tras tanto miedo,
le dábamos un poco de libertad al corazón,
y por los rincones aparecía un poco de ilusión,
veíamos una foto en blanco y negro,
y sin saber si sentía lo mismo, dejábamos libertad a nuestra imaginación.
le dábamos un poco de libertad al corazón,
y por los rincones aparecía un poco de ilusión,
veíamos una foto en blanco y negro,
y sin saber si sentía lo mismo, dejábamos libertad a nuestra imaginación.
Otros días, nos perdíamos en un puede ser,
que nos hacía dudar de la existencia del amor,
incluso si quedaban amigos, o si podíamos contar con alguien para hablar de dolor,
Pero siempre teníamos un halo de esperanza, de que el tiempo nos ayudaría a superar ese momento.
que nos hacía dudar de la existencia del amor,
incluso si quedaban amigos, o si podíamos contar con alguien para hablar de dolor,
Pero siempre teníamos un halo de esperanza, de que el tiempo nos ayudaría a superar ese momento.
Y cuando lo superábamos, nuestra voz interior siempre nos decía: ¡Eres tonto!
Y tras tanto escuchar todas las canciones que nos regalaron,
puedo afirmar que todos acabamos un poco locos,
igual que ellos, aunque lo suyo ya no tenía cura,
y puede que lo nuestro tampoco la tenga ya.
Y posiblemente, toda esta locura, se la debamos a la madre de José…
Y tras tanto escuchar todas las canciones que nos regalaron,
puedo afirmar que todos acabamos un poco locos,
igual que ellos, aunque lo suyo ya no tenía cura,
y puede que lo nuestro tampoco la tenga ya.
Y posiblemente, toda esta locura, se la debamos a la madre de José…
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