Han pasado veinte años, son muchos, pero muchos más los que me quedan por vivir sin tu presencia.
Hasta no hace mucho, no paraba de supurar la herida que me causó tu partida, pero después de tanto tiempo, la herida ha cicatrizado, ya no supura, ya no escuece, ya no duele.
He aprendido, que la vida no siempre es bonita, a veces duele, y mucho, pero con el paso del tiempo la vida sana las heridas que nos va haciendo y nos deja marcas en forma de cicatrices para que recordemos las batallas que hemos tenido que librar durante nuestra estancia.
Y eso es lo que siento ahora mismo, que tengo una cicatriz en el alma, la cual ha dejado de doler y ha dado paso a la calma, a la paz interior, esa paz que un día la vida me arrebató.
Borré las lágrimas que un día me causó tu partida y las cambié por sonrisas recordando todos los momentos bonitos que me regaló la vida junto a ti.
Y así, con una gran sonrisa, es como debemos acabar recordando a nuestros seres queridos cuando ya no están. Porque no hay mejor regalo, para los que ya no están, que regalarles cada día la mejor de nuestras sonrisas.
Y créeme si te digo, que siempre estarán con nosotros, aunque físicamente ya no les podamos disfrutar, siempre vivirán en nuestra mente, en nuestro corazón y en nuestra alma, al menos ahí estarán hasta que un día nuestra llama se apague, hasta que nuestro corazón deje de luchar, deje de latir.
Papá, no sé si algún día nos volveremos a ver en mis sueños, no sé si nuestras almas coincidirán en otro vida, o si es verdad que existe ese lugar tan deseado al que llaman cielo, pero lo que sí sé cierto y de lo que estoy seguro, es que siempre que te recuerde, en mi cara sólo habrá sonrisas de felicidad y jamás habrá lágrimas de tristeza. "Hasta que volvamos a vernos." (Esta última frase es de la serie Los 100)
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