Siempre he pensado que en el amor uno debe ser pragmático, debe dejarse de conjeturas y debe lanzarse al vacío sin paracaídas, porque, de lo contrario, siempre irá con el freno de mano, y no será capaz de disfrutar del viaje que le depara el amor.
Pero, también es cierto, que cuando el amor no funciona, puede acabar provocando un estado de ataraxia, o lo que es peor, puede acabar provocando un cataclismo irreparable en nuestro universo interior.
Pero, también es cierto, que el destino es muy caprichoso, y a veces lo que parece que es apropiado para nuestras vidas, se acaba volviendo inapropiado. No siempre tiene una explicación lógica, el porqué cambió de estado, el porqué dejó de ser válido aquello que pensábamos/sentíamos que se iba a convertir en sempiterno, pero a veces ocurre, y sin más, hay que aceptarlo, hay que dejarlo marchar.
Pero, a pesar de todo, sigo pensando, que en el amor, hay que aprender a saltar sin paracaídas.
Y no es que sea un kamikaze, tan solo pienso, que si de verdad es el amor correcto/idóneo, el aterrizaje será indoloro, espectacular, de esos que dejan huella para toda la eternidad, de esos que incluyen en los libros de historias, como aquella leyenda urbana llamada Romeo y Julieta.
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