lunes, 30 de abril de 2018

Mi pequeña campeona

¡Hola mamá!

Ya nos queda menos en esta lucha que empezaste el verano pasado, para ser más concretos en Agosto. Han pasado ya 8 largos meses, llenos de altibajos, de muchos momentos llenos de miedo, mucho miedo. Decir lo contrario sería engañarnos.

Parece, que por fin, empezamos a ver la luz al final del túnel, ha costado un poquito más de lo deseado, pero lo importante es poder llegar, no importa el tiempo que hayamos o tengamos que invertir, lo fundamental es poder llegar. Y gracias a esa fuerza voraz, a esas ganas de luchar y de vivir que tienes, estamos llegando.

No te puedes imaginar lo orgulloso que estoy de ti. Te lo juro. Ojalá, en el futuro, tenga yo como mínimo un 10% de tu fuerza.

Ahora nos quedan por dar los últimos pasos, pronto estaremos mucho más tranquilos, mucho más relajados, y espero y deseo, que por fin, te decidas a disfrutar de la vida que te mereces. Porqué nada me haría más feliz, que verte disfrutar la vida. Ya va siendo hora.

Sólo quería que supieras, recordaras, que eres mi ejemplo a seguir, que eres mi pequeña gran campeona, que como dice Antonio Orozco, tú eres MI HÉROE.

¡Te quiero!

miércoles, 25 de abril de 2018

Recuerdo

Recuerdo aquellas mañanas, cuando mi madre venía a despertarme para que me levantara de la cama para que fuera al colegio. Recuerdo que eran varias veces las que tenía que venir a avisarme, hasta que se acababa cabreando conmigo por ser tan perezoso. 

Recuerdo las mañanas de frío, esas que pagarías lo que fuera para poder quedarte en la cama durmiendo. Recuerdo esos mega desayunos para poder afrontar el día con mucha energía.

Recuerdo las prisas que tenía que darme para poder desayunar, cambiarme de ropa e ir corriendo al colegio para no llegar tarde, y todo eso provocado por mi aplastante pereza matutina.

Recuerdo las caras de alegría de los compañeros al vernos por las mañanas, recuerdo como contábamos emocionados lo que nos había pasado el día o fin de semana anterior.

Recuerdo los nervios que pasábamos, cuando el profesor nos preguntaba si alguien se ofrecía voluntario para corregir los deberes. Todos esperábamos a que alguien alzara el brazo y levantase el dedo índice, pero, muchas veces, nadie lo hacía y el profesor sacaba a pasear su brazo ejecutor y señalaba a la víctima elegida.

Recuerdo los nervios previos a un examen, o incluso a los nervios previos a conocer los resultados del examen aquel al cual teníamos tanto miedo. Incluso nos moríamos de miedo cuando pensábamos que íbamos a catear alguna asignatura, y al final acabábamos suspirando cuando en nuestro boletín veíamos un aprobado.

Recuerdo los días en los que teníamos educación física y el profesor nos dejaba jugar a fútbol, ¡cómo gozábamos!

Recuerdo aquellos momentos de recreos, eran los más deseados, recuerdo nuestra frustración cuando llovía y no podíamos disfrutar como queríamos.

Recuerdo los momentos previos, a que salieran las listas donde se indicaba en que clase nos tocaba ese curso, todos cruzábamos los dedos deseando que nos tocara con los amigos de siempre, que no nos separaran y sobre todo, que como mínimo, volviéramos a ser los mismos del curso pasado.

Recuerdo las caras de alegría al repasar las listas de clase y ver que seguíamos en el mismo grupo, la vida nos sonreía mucho más de pequeños.

Recuerdo todas esas anécdotas que nos contábamos al volver de las vacaciones, nuestras caras de felicidad por haber disfrutado del verano, nuestras caras de felicidad por volver a juntarnos otro año más, otro curso más, nuestras caras de felicidad por volver a estar entre amigos.

Recuerdo todos los preparativos que hacíamos para poder irnos de viaje de estudios, vendíamos papeletas de un sorteo, que realmente tengo mis dudas que alguna vez alguien se llevara el premio. Eran muchos meses de preparativos para apenas unos días los que íbamos a poder disfrutar, ¡pero qué días!. En los meses previos, los días en la cuenta atrás para el viaje se hacían eternos, pero una vez estábamos disfrutando del viaje, los días pasaban volando. ¿Por qué todo lo que se disfruta pasa volando?

Recuerdo todos esos días con mucho cariño, con muchísimo, más de lo que podéis imaginar, mucho más de lo que por aquel entonces podría haber imaginado. Volvería a vivir cada uno de esos momentos, momentos mágicos, muy mágicos, porque al final nuestra infancia, está llena de ellos.

Incluso recuerdo aquel primer amor platónico,
aquel que jamás tuvimos el valor de confesarle a esa persona, porqué con mejor o peor criterio consideramos que no era el momento de amores, que era el momento de disfrutar de nuestra niñez, donde nuestro amor preferido era reírnos a carcajadas sin importar el que dirán, sin pensar en el futuro, viviendo a tope el presente.

Y tú, ¿recuerdas todos esos momentos?




sábado, 21 de abril de 2018

A mi yo del pasado

Si pudiera viajar en el tiempo y tuviera la oportunidad de viajar al pasado, a mi yo del pasado le diría que no fuese tan tímido, que no tuviera tanto miedo al fracaso, que vale la pena intentarlo, que de lo contrario siempre se quedará con la duda de saber que hubiera pasado de haber sido de otra manera.
A mi yo del pasado le diría que las decisiones que tomará en mi pasado, su futuro, no serán malas, que posiblemente tampoco serán siempre las mejores, pero que en su futuro, mi presente, parece que la vida no me trata tan mal, que la vida incluso con sus fallos, sus putadas y sus tropecientas piedras en el camino, es bonita, muy bonita.
A mi yo del pasado, sólo le puedo reprochar esa maldita timidez que he heredado de él, esa maldita desconfianza a hacer cosas por el maldito miedo a equivocarme, por el maldito miedo a ser rechazado.
Lo de ser gruñón y cabezota, no se lo puedo reprochar a mi yo del pasado, eso es una tara que viene conmigo desde otras vidas pasadas.
A mi yo del pasado, le doy las gracias con el corazón y el alma. Le doy las gracias por muchas cosas: por haber sido tan fuerte emocionalmente, por haberse superado mil y una veces, por no haberse rendido jamás, por no haber caído en según que tentaciones, por haber tenido un corazón tan grande que no le cabía en el pecho, por haber querido mucho, por haber reído mucho, por haber llorado otro puñado. Por todas esas y muchas más cosas, le doy las gracias. Porqué gracias a él, a día de hoy, soy el que soy.
A mi yo del pasado le recomiendo que disfrute mucho, que le espera un futuro maravilloso.
Nos vemos en mi presente.


jueves, 19 de abril de 2018

Con el tiempo

Con el tiempo acabas entendiendo varias cosas:
- El silencio mata 
- El tiempo pasa para todo el mundo
- El miedo puede ser pasajero o eterno, de ti depende 
- Hay abrazos que reconstruyen el alma
- Siempre debemos tener sueños en esta vida
- La distancia es sólo una excusa para quien no quiere hacer algo
- Pase lo que pase, hay que regalar amor, mucho amor




lunes, 16 de abril de 2018

Ahora que ya no llueves

Ahora que ya no llueves, voy a sacar de paseo tus sonrisas, voy a hacer que brille tu presente, para que en el futuro lo recuerdes con una sonrisa de oreja a oreja.

Ahora que ya no llueves, te invito a bailar bajo el sol, para que se sequen tus heridas y se derrita tu corazón helado.

Ahora que ya no llueves, te invito a reír a carcajadas, para que te olvides te todos tus males y dolores.

Ahora que ya no llueves, te voy a regalar un abrazo, de esos que recompone todas las piezas de un corazón roto, de esos que re-animan al alma, de esos que hacen volar la imaginación.

Ahora que ya no llueves, te voy a contar un cuento, de esos que cuentan historias improbables, de esos que me gustaría que un día acabaran cumpliéndose.

Ahora que ya no llueves, te invito a que me acompañes.

¿Me acompañas?

sábado, 14 de abril de 2018

Día Internacional del beso

Todos los días del año deberían ser el día internacional del beso.

¿Por qué debería ser así?
Porqué todos los días y a todas horas, se producen todo tipo de besos. 

Por ejemplo: ese primer beso que recibe un recién nacido, ese que jamás podrá recordar como fue, pero cuando se lo cuenten se emocionará de igual manera que se emocionó la persona que tuvo el placer y honor de darle ese primer beso.

Por otro lado, tenemos todos esos besos que recibe la barriga de una embarazada, todos llenos de ternura, ilusión, esperanza y amor.

Por otro lado, tenemos todos esos besos que un(a) hijo(a) recibe de sus padres cuando le acompañan al colegio, cuando le acompañan a un acontecimiento importante.

Por otro lado, tenemos todos esos besos de despedida, esos que tienes esa extraña sensación de que ya no podrás volver a regalar a esa persona y que acaban provocando un nudo en la garganta, e incluso, a veces, acaba provocando una cascada de agua salada en nuestros rostros.

Por otro lado, tenemos todos aquellos besos imaginarios, aquellos que sólo existen en nuestra mente y que jamás se ha tenido ni el coraje ni el valor suficiente, y a veces la suerte, de haberlos vivido en persona. Pero, al final, acaban siendo besos eternos para el resto de nuestros días.

También, por otro lado, tenemos los primeros besos de una pareja, aquellos que están llenos de ilusión y de miedo. De mucho miedo, miedo provocado por el dolor al posible rechazo, a la posible frustración, pero de la ilusión que se tiene de empezar una nueva aventura, la ilusión de poder vivir algo mágico, algo que provoque sonrisas tontas y un estado de felicidad incontrolable.

Y luego, mención a parte, están los besos en la frente, los besos más infravalorados de este mundo. Los besos que desbordan ternura, cariño, respeto, protección y amor. Si tienes la gran suerte de recibir uno, siéntete un(a) afortunado(a), pocas personas son capaces de regalarlos y a veces, quién quiere entregarlo, no sabe a quién.

Todos estos tipos de besos, y muchos más que me dejo en el tintero, se producen a todas horas en nuestro querido planeta.

Por eso, ayer, hoy y siempre, feliz día internacional del beso.

#escritos #besos



miércoles, 11 de abril de 2018

Hola amor

Hola amor, te sorprenderá que te escriba, pero aquí estoy, reclamando tu presencia. ¿Dónde estás? Llevo tanto tiempo esperándote que incluso he pensado muchas veces en tirar la toalla, otras he pensado que tu gps se ha averiado y no tienes forma de llegar a mí, otras he pensado que perdiste las coordenadas de mi ubicación. 

Pero, en cambio, yo sigo aquí, en el mismo sitio de siempre, a pecho descubierto, con el alma en pie y con el cuchillo entre los dientes, por si se presenta alguna amenaza que quiera impedir lo inevitable. Porqué está claro que es inevitable, que algún día nos encontraremos y los dos disfrutaremos de nuestra presencia, de nuestra esencia. Nuestros cuerpos bailarán al son del tic tac de nuestros corazones, nuestras almas se despegarán de nuestros cuerpos y saldrán a dar un paseo por todo el universo, y mientras todo eso ocurra, nuestros labios se juntarán y se fundirán en uno de los besos más esperados y deseados por los dos.

No sé si te falta mucho para llegar, si la vida me (nos) hará esperar mucho más, por si acaso te dejo mi dirección por aquí, para que sepas el camino que tienes que seguir, para llegar hasta mí.

Te espero en el país del Amor, en la ciudad de la Esperanza, en el barrio del Alma y en la calle de mi Corazón.

Por favor, no tardes mucho, aquí te espero.

¡Hasta pronto amor!




lunes, 9 de abril de 2018

En busca de lo sempiterno

Siempre he pensado que en el amor uno debe ser pragmático, debe dejarse de conjeturas y debe lanzarse al vacío sin paracaídas, porque, de lo contrario, siempre irá con el freno de mano, y no será capaz de disfrutar del viaje que le depara el amor.

Pero, también es cierto, que cuando el amor no funciona, puede acabar provocando un estado de ataraxia, o lo que es peor, puede acabar provocando un cataclismo irreparable en nuestro universo interior.

Pero, también es cierto, que el destino es muy caprichoso, y a veces lo que parece que es apropiado para nuestras vidas, se acaba volviendo inapropiado. No siempre tiene una explicación lógica, el porqué cambió de estado, el porqué dejó de ser válido aquello que pensábamos/sentíamos que se iba a convertir en sempiterno, pero a veces ocurre, y sin más, hay que aceptarlo, hay que dejarlo marchar.

Pero, a pesar de todo, sigo pensando, que en el amor, hay que aprender a saltar sin paracaídas.
Y no es que sea un kamikaze, tan solo pienso, que si de verdad es el amor correcto/idóneo, el aterrizaje será indoloro, espectacular, de esos que dejan huella para toda la eternidad, de esos que incluyen en los libros de historias, como aquella leyenda urbana llamada Romeo y Julieta.



El tiempo sana las heridas

Han pasado veinte años, son muchos, pero muchos más los que me quedan por vivir sin tu presencia. 
Hasta no hace mucho, no paraba de supurar la herida que me causó tu partida, pero después de tanto tiempo, la herida ha cicatrizado, ya no supura, ya no escuece, ya no duele.

He aprendido, que la vida no siempre es bonita, a veces duele, y mucho, pero con el paso del tiempo la vida sana las heridas que nos va haciendo y nos deja marcas en forma de cicatrices para que recordemos las batallas que hemos tenido que librar durante nuestra estancia.

Y eso es lo que siento ahora mismo, que tengo una cicatriz en el alma, la cual ha dejado de doler y ha dado paso a la calma, a la paz interior, esa paz que un día la vida me arrebató.

Borré las lágrimas que un día me causó tu partida y las cambié por sonrisas recordando todos los momentos bonitos que me regaló la vida junto a ti.

Y así, con una gran sonrisa, es como debemos acabar recordando a nuestros seres queridos cuando ya no están. Porque no hay mejor regalo, para los que ya no están, que regalarles cada día la mejor de nuestras sonrisas.

Y créeme si te digo, que siempre estarán con nosotros, aunque físicamente ya no les podamos disfrutar, siempre vivirán en nuestra mente, en nuestro corazón y en nuestra alma, al menos ahí estarán hasta que un día nuestra llama se apague, hasta que nuestro corazón deje de luchar, deje de latir.

Papá, no sé si algún día nos volveremos a ver en mis sueños, no sé si nuestras almas coincidirán en otro vida, o si es verdad que existe ese lugar tan deseado al que llaman cielo, pero lo que sí sé cierto y de lo que estoy seguro, es que siempre que te recuerde, en mi cara sólo habrá sonrisas de felicidad y jamás habrá lágrimas de tristeza. "Hasta que volvamos a vernos." (Esta última frase es de la serie Los 100)


sábado, 7 de abril de 2018

Viejo columpio,viejo amigo

Allí estaba, en mi parque favorito, como cuando era pequeño, balanceándome en aquel columpio, aquel viejo columpio, que chirriaba a cada balanceo, gritaba pidiendo un poco de cariño antes de ser usado.

Y aquel columpio, estaba como yo, triste, solo y desolado, con falta de cariño, igual que mi solitario corazón. 

Aquel columpio esperaba que alguien le diese un poco de cariño. Y tuve la suerte de ser yo quien se cruzara en su camino, pues los dos andábamos esperando que llegara algo que nos cambiara la vida sin saber que íbamos a ser el perfecto complemento para cada uno.

Tras escuchar sus chirridos, decidí ayudarle, engrasé sus viejas cadenas, las cuidé con mucho cariño y les susurré que estaba encantado de volver a sentir su frío entre la palma de mis manos.

Tras engrasar las cadenas de aquel viejo columpio, de aquel viejo amigo, empecé a balancearme de nuevo, esta vez sin chirridos de por medio, sin agonizar, sin pedir clemencia por su parte. Esta vez, lo único que sentía, era el suave y fresco aroma de la brisa del viento que acariciaba mi piel, que refrescaba mi cuerpo, mi mente.

Y en cada balanceo, mi mente viajaba muy lejos de aquel lugar, viajaba a años de distancia de la actualidad, mi mente se daba un paseo por el pasado, recordando aquellos tiempos cuando era un niño inocente, que se divertía simplemente con el simple balanceo de un columpio.

Y ahí, fue cuando comprendí, que aquel viejo columpio me estaba agradeciendo el gesto que había tenido con él.

Aquel viejo columpio, me volvió a dar una lección, como antaño, volvió a indicarme el camino a seguir.

Y desde entonces, sé que siempre hay que regalar nuestra mejor versión sin pedir nada a cambio, tarde o temprano la vida de alguna manera nos acaba recompensando...

#escritos #columpios



sábado, 31 de marzo de 2018

El Canto del Loco

Con ellos aprendimos a recordar aquellos años locos,
dónde cada uno de nosotros teníamos tanta ilusión por ser mayores,
y nos quedó claro que ya nada volvería a ser como antes,
y nos dimos cuenta de lo caro que era el tiempo.
Hicieron que renaciera nuestro niño interior,
sí, nuestro querido Peter Pan,
y aprendimos porqué él no quería crecer,
porqué él siempre se dejaba cuidar por campanilla.
Y aprendimos a gritar un vuelve a esa persona que no queríamos que se fuera,
con resignación, al ver que no volvía, pensamos: volverá.
Y cuando nos dimos cuenta de que no lo hizo, gritamos bien fuerte: ¡DESAPARECE!
Y con el paso del tiempo, decidimos volver a disfrutar,
y cuando lo conseguimos, pensamos: son sueños que nos gustarían que fueran de verdad.
Más tarde nos dimos cuenta de aquellas pequeñas cosas,
que parece que se fueron, pero se quedaron detrás de la puerta,
y que hacen que lloremos cuando nadie nos ve.
Aprendimos a dar las gracias, recordando cosas del pasado,
como que nuestro mayor problema eran las tareas del colegio,
y que los problemas de ahora, de tanto pensar en ellos,
nos hicieron un millón de cicatrices.
Aprendimos que aunque nos despertáramos con miedo cada mañana,
teníamos que pedirnos perdón a nosotros mismos,
porqué somos corazón y siempre hay perdón para él.
Aprendimos a decir te quiero, gritando que era un poquito insoportable,
porqué una voz interior nos decía que era la suerte de nuestra vida,
y teníamos miedo de que dejara de ser el ángel que cuidara nuestro camino.
Y es que así somos las personas, tenemos infinidad de miedos,
y si se trata de amor, el miedo escénico es aún más mayor.
Y al final, cada de uno de nosotros, esperamos que algún día llegue alguien,
y nos diga: ¡Quiero aprender de TI!,
para después nosotros poder decirle: te quiero así, tal como eres.
Por su valentía, por su silencio, por sus ojos tan magos,
por todo ese cariño que regala, sin pedir nada a cambio.
Y aprendimos a esperar el momento oportuno,
para poder decirle a esa persona que lucharíamos por ella,
por todo su cariño, por todo lo que había hecho por nosotros,
por la magia que llevaba consigo.
Aprendimos a dejarnos el corazón y el alma,
en cada contigo que salía de nuestra boca,
porqué en cada contigo lo había todo,
y cuando digo todo incluyo hasta nuestros secretos más ocultos.
A veces ese contigo dolía, y nos poníamos tristes,
sólo pensábamos en llorar, y suspirábamos con su presencia,
para que dejara de llover, para poder decir: hoy no llueve en mí.
Y llegaba ese día que todo nos salía mal, muy mal,
y sentíamos que íbamos corriendo a contracorriente.
Pero al día siguiente todo cambiaba, salíamos a la calle tan frescos,
nos habíamos tirado tres horas en el espejo, para ponernos guapos para ligar,
y salíamos en busca de besos, de muchos besos, de todos los colores,
de esos que están presentes en cada momento de nuestra vida.
Eso era lo único que queríamos y que necesitábamos en ese momento.
Y llegó un momento que nos cansamos de salir de noche,
de ver siempre a la misma gente, y de llevar zapatos de chaqué,
Y nos reivindicamos y le dijimos al portero de nuestra discoteca favorita:
¡Quiero entrar en tu garito con ZAPATILLAS!
Con pequeñita, nos enseñaron a no fiarnos de una cara bonita,
porqué sabían que no era de fiar y que su cara nos engañaría.
Pero, a veces éramos un poco masocas, y nos dejábamos engañar,
y al final, acabábamos tarareando en voz bajita: he vuelto a caer.
Sentíamos miedo a confiar, y no queríamos jugar,
nos negábamos una y otra vez,
y nuestra frase favorita era: Y si el miedo...
Y al final tras tanta desconfianza, tras tanto miedo,
le dábamos un poco de libertad al corazón,
y por los rincones aparecía un poco de ilusión,
veíamos una foto en blanco y negro,
y sin saber si sentía lo mismo, dejábamos libertad a nuestra imaginación.
Otros días, nos perdíamos en un puede ser,
que nos hacía dudar de la existencia del amor,
incluso si quedaban amigos, o si podíamos contar con alguien para hablar de dolor,
Pero siempre teníamos un halo de esperanza, de que el tiempo nos ayudaría a superar ese momento.
Y cuando lo superábamos, nuestra voz interior siempre nos decía: ¡Eres tonto!
Y tras tanto escuchar todas las canciones que nos regalaron,
puedo afirmar que todos acabamos un poco locos,
igual que ellos, aunque lo suyo ya no tenía cura,
y puede que lo nuestro tampoco la tenga ya.
Y posiblemente, toda esta locura, se la debamos a la madre de José…